Ya hace algunas semanas (demasiadas), nos escapamos a tierras de Castilla, un pequeño descanso, lleno de sorpresas.

La primera parada, Aranda del Duero. Teníamos una celebración familiar en la semana gastronómica del lechazo, y como no, degustamos la Torta de Aranda o de aceite, que es el pan típico que acompaña a este plato, además del Pan Candeal en todas sus variedades, sobretodo en barra y rosca.

Directos a Medina del Campo. Objetivo: visitar la Harinera Castellana, dónde nos trataron de maravilla, nos explicaron un montón de cosas sobre las harinas para elaborar el Pan Candeal que se utlizan actualmente y nos ayudaron a contactar con algunos de los panaderos artesanos que quedan en la zona.

El pan de la foto y el Hornazo son de la Alberca.

Tuvimos la suerte de visitar la panadería De Castro en Linares de Riofrío en la Sierra de Francia, donde pasamos un días en un paraje alucinante, lleno de castaños centenarios, robles , cerezos y un silencio enviadiable.

Pues qué decir de Emiliano y su familía, nos recibieron con pan recién horneado y embutidos ibéricos caseros, mientras nos explicaba las características del Pan Candeal, y la historía de esta pequeña panadería artesana, en la que llevan trabajando desde hace tres generaciones, donde se elaboran los panes artesanalmente y unos dulces que quitan el hipo.

Utilizan un horno moruno, muy difícil encontrar hoy en día según nos cuentan, alimentado con madera de roble que le da a sus panes ese sabor tan especial. Llegamos justo para la última hornada del día, los panes reposaban antes de entrar al horno, en largos cajones de madera, sobre telas de lino.
Para que os hagáis una idea de los panes que caben en cada hornada, Emiliano nos contaba que con 60 kg de harina, hornea como unos 65 panes de kg y 25 de los pequeños, los dulces tambien los cuecen sobre piedra. El olor de este lugar te traslada a otra época; la leña, las masas y los panes recién hechos, un recuerdo dulce y acogedor.
Aquí os dejo un vídeo del momento en que entraban los panes en el horno.

Atentos al greñado especial de este pan, para que el pan no se abra, y se consiga esa corteza lisa y mate, sin alveolos. Hablamos de las harinas que utilizaba y de la casi desaparición del trigo Candeal.
Desde aquí agradecerles a Emiliano, su mujer y toda su familia, el trato que nos dieron y la paciencia para contestar todas nuestras preguntas, que fueron muchas.
Estaba claro, no nos podíamos resistir a sus hornazos, sus dulces y sus panes, son naturales sin aditivos y deliciosos. Así que ya los sabéis, si vais por la zona, no dejar de visitarlos.

También hubo tiempo para pasear por los campos de trigo, cebada y centeno, acompañados de el mejor guía que podíamos encontrar, y como soy de ley, volveré ;-), vivir in situ los problemas de los cultivos y lo difícil que es mantener a raya de plagas, te hacen valorar todavía más si cabe, el producto final , ese imprescindible para todos los panaderos, la harina.


Como siempre, me quedo con esos atardeceres…