
Lo tenía claro, quería forma romboidal, no parecía difícil…
Experimentaría mezclando dos bigas diferentes, bigas guardadas en un rincón de la nevera, sacadas de dos panes diferentes y en días distintos, una muy ácida, la otra fresquita, todo mezclado con una masa madre reposada, tambien ácida.
Amasé y amasé, casi sin añadir agua… y me quedó un churro de masa sin vida, esperé 4 horas y no subía. Pensé, desperdiciada harina, masa madre y bigas!…lo tapé con un film y a la nevera, mañana a ver de que humor amanecía el desastre…y yo.

Bien, esto se ha recuperado, ahora ya lo tenemos, a por los rombitos, tras 4 horas más de reposo , a por el lame.
Aggggggh, la masa es muy pegajosa y no podemos cortar la superfície, pero aún así, la marcamos, tardamos un rato, la masa se va deshinchando, vaya estropicio!, esto ya no sube… Había puesto agua en la bandeja inferior del horno. Con lo que he tardado, ya no servirá de nada! ññññ vaya día para hornear.
Me voy a trabajar delante de la pantalla un ratito, paso del horno y de los rombitos, me pongo la alarma, 20 min., el horno a todo trapo y sin mirar hasta que no suene.
PIIII, PIIII, PIIII, pienso, bueno, a ver que especie de pan he creado ahora…
Abro la luz del horno, ¿eing?, cierro la luz, creo que no lo he visto bien. Abro de nuevo la luz, casi hasta me asusto. Pero como a subido tanto! hasta el silpat se ha arrugado.
Ya no pienso ni en los rombitos, a tomar v….vino, jejeje, pa celebrarlo.
Una serie de circunstancias han hecho que salga un pan magnífico, crujiente, esponjoso, con el sabor justo, perfecto. Feo, pero perfecto. Que no perfectamente feo…
Cada día me sorprende algo nuevo, cuando abro el horno, parece que esto no acaba nunca.